Es difícil imaginar, a veces, cómo una persona ha llegado a ocupar el puesto que ocupa viendo el nivel de incompetencia que le caracteriza. ¿No se os ha pasado alguna vez por la cabeza?
Pues todo tiene su explicación y se puede ver muy claramente con estos tres principios. El primero es el principio de Peter, que dice:
“En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia"
Lo cual todos hemos visto, se tiende a ascender a una persona porque lo que hace, lo hace muy bien, sin tener en cuenta si está preparado para desempeñar sus nuevas funciones, si necesita formación específica para ser competente en su nueva labor, o incluso si quiere el ascenso. Por lo tanto, el candidato está perdido sin formación y sin un guía que le sirva de referente (de dentro o de fuera de la empresa) en el proceso de ascenso en el organigrama. Éste, por tanto, después de un determinado número de ascensos llega a ser incompetente (aún siendo muy inteligente).
Cuando la empresa es consciente de que esta persona es incompetente en el puesto que ocupa, como ya lo ha ascendido y ha adquirido un determinado rango, lo sitúa en una especie de corcho flotante dentro del organigrama, moviéndolo horizontalmente de un lado para otro siempre donde menos daño haga a la organización (pero con el mismo salario).
El siguiente principio, el de Dilbert, dice que:
“Los más ineptos dentro de la estructura organizativa de la empresa son siempre llevados a los puestos donde menos daño puedan hacer”
Este “incompetente” empieza a ser consciente de que lo es (pero sigue sin formarse) y tiende a sentirse más inseguro y a buscar gente que le “traduzca” el lenguaje de su área (que se vuelve cada vez más complejo) a un lenguaje que pueda entender y así poder tomar alguna decisión.
El principio de Parkinson dice:
“Cada directivo incompetente crea una estructura artificial a su alrededor que le aísle de las demás unidades organizativas de la empresa a fin de defender su incompetencia”
Concluyendo con:
“Toda organización empresarial, por tanto, tiende al crecimiento vegetativo hasta hacerla incompetente, como consecuencia de la actividad improductiva de los “peters” y de los “dilberts”.
Esta actividad improductiva produce en las unidades de negocio la pérdida de la capacidad de anticipación y de respuesta, la pérdida de oportunidades, lucro cesante, incremento de costes de coordinación y pérdida del control de su negocio, que se agrava por la pérdida de motivación de los equipos de gestión, con incremento de la rotación de personal.
El peligro para la organización no es únicamente que los “peters” y los “dilberts” parkinsoneados existan, lo que por sí mismo supone un “gasto hundido”.
El peligro para la organización no es únicamente que los “peters” y los “dilberts” parkinsoneados existan, lo que por sí mismo supone un “gasto hundido”.
Los verdaderos peligros son dos:
- Que se pretenda compensar el despilfarro, provocado por los “peters” y los “dilberts”, reduciendo costes en las áreas operativas productivas generadoras de facturación de margen.
- Que los “peters” y los “dilberts”, en lugar de leer el periódico y tomar cafés para matar el tiempo, se dediquen a tener iniciativas y generen actividad empresarial o de pretendida función pública inútil e improductiva.
"Cuando un hombre no sabe hacia dónde navega, ningún viento le es favorable"
Séneca
Alberto, felicidades por tu blog. Te animo a que continúes ilustrándonos en las verdades empresariales con tu estilo ameno y conciso. Saludos desde la Mancha manchega.
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